A veces ser scout cuesta.

Hay cosas que me ponen triste, siempre que suceden, lo hacen. Una de ellas es la que os cuento a continuación. El otro día me acerqué a uno de los participantes del campamento que estaba en una esquina de la plaza con sus pandilla, le comenté que había puesto las fotos en el blog y que si las había visto ya. Me esquivó la mirada, me contestó como entre dientes y se quitó de enmedio. Me dolió el aspecto de avergonzado que mostró cuando intenté referirle algo más sobre el tema y no insistí.

Francamente, entiendo que a veces los que llamamos amigos no son la compañía ideal para ser uno mismo. En esos casos yo no les llamaría amigos, son más bien integrantes de una piara en la que hay que estar al cuidado y protegerse contra burlas y abusos. Y amistad es justo lo que ser scout te brinda, la oportunidad de ser tú mismo, de formar parte de algo diferente a un grupo de monos gritones y abusones, de banderlog en definitiva.
Digo que entiendo hasta cierto punto que no se quiera pasar un mal rato, pero renunciar tan fácilmente a la propia dignidad es vivir siempre humillado, a la sombra de los que abusan, de los que dictan lo que se puede y lo que no se puede hacer, lo que hay que decir o dónde hay que ir. Ser scout es otra cosa, es ser libre, es mirar más allá, es sentir el viento en el rostro, el frío nocturno y la mirada de las estrellas, la caricia de la pálida luz de la luna y notar los crujidos del pastizal a tu paso. Es apoyarte en el compañero y poder mirarte en sus ojos, compartir con él tu peso y lo que te preocupa, comprometerte y sentir que tu palabra es sagrada como la palabra de tus hermanos scouts. Quienes no han visto bailar el fuego en la oscuridad de la noche mientras se busca el calor y el apoyo de los demás, quienes no han respirado los aromas dulces del arbusto y la hierba al amanecer, nada entienden de esto.

0 comentarios: